jueves, 24 de abril de 2008

DE LO NUESTRO LO MEJOR

Nunca más penas ni olvido

En esta Argentina de soles mancillados la muerte está de fiesta.
Danza en los basurales, festeja en los estadios, penetra de noche en la casa de los ancianos. Amanece orgullosa entre los olvidados.
En la Argentina de estos años se insolentó a la vida, porque se ofendió la dignidad de la muerte.
Paso a paso, golpe a golpe, la patria fue manchada y limpiamos la mancha con los pañuelos blancos. Paso a paso, redoblado, asistimos al vuelo de pájaros quebrados.
Uno pasa y repasa el sentido de estos días y se inquieta pensando si en un cruce de esquinas, en un barrio lejano, aquí nomás en la otra cuadra, germinará la flor de la ilusión.
Es buena la pregunta, sólo hay que formularla.
Hagamos inventario: menos mal que los sueños, que nos quedan las palabras, que ese niño en la calle ahora llora a Tejada. Menos mal que la bronca robusta y cotidiana y esos gritos de gloria que emergen de las calles.
Gloria a los apaleados, a los escarnecidos, a los humillados de esta comarca de silencios.
¡Bienaventurados los sobrevivientes de la afrenta porque de ellos será el reino de la memoria!
Ha llegado la hora de aprovechar la noche para pensar el nuevo día. Y soñar.
¿Soñar?
¡Sí! Pero que los sueños sean sueños. Esto es, imaginar los sitios donde seremos felices y comenzar su construcción, ladrillo a ladrillo.
Vale la pena el intento. Además, como se sabe, soñar no cuesta nada.
Soñar, hacerlo fuerte y bien hasta conjugar la primera persona del plural.
Soñar, un sueño tan grande como será la nueva casa. Y que no quede nadie afuera: ni el abuelo de rostro crispado, ni el joven que borra el rastro del regreso, ni los niños que ayer tiraban piedras a la luna y hoy arrojan ladrillos a los trenes. Todos, claro, menos los asesinos de los sueños porque para ellos no será el reino de los cielos.
Barajar y dar de nuevo, ganarle la partida a la guadaña. Serruchar de una vez al as de bastos, aprender de La Pampa y sus sabios hacheros: el fuego no penetra donde ya estuvo el fuego.
En fin, un sueño con todas las de la ley. O mejor, con la ley para todos.
Hacia el amanecer un nuevo sonido penetrará por las ventanas. Vendrá de abajo y crecerá de a poco, como los trigales. Irá cubriendo todos los espacios, como un estilo en las guitarras e irrumpirá potente por la mañana... como los sones de la calandria.
Un poco más, un sueño más.
Un poco más, un poco más y ascenderá.
Ascenderá...
Se elevará en la técnica del volcán de la esperanza y seguirá subiendo... hasta tocar el cielo con las manos.
Juan Carlos Pumilla
Del texto "Deberes para el nuevo milenio"

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