miércoles, 2 de abril de 2008

DE LO NUESTRO LO MEJOR

GUILLERMO HERZEL

Lola Mora y el General Roca


Dolores Mora de la Vega, más conocida como "Lola Mora", nació en Tucumán, en el año 1866. Allí, en la Escuela de Bellas Artes, cursó estudios de dibujo y pintura. En 1897 obtuvo una beca que le permitió viajar a Europa para completar sus estudios en Roma, donde comenzó a internarse en el mundo de la escultura. Son numerosas las obras que se conservan a lo largo del país, aunque es probable que sea "Las Nereidas", monumento inaugurado en el año 1903, en la costanera Sur de la ciudad de Buenos Aires, la que mantenga en la memoria de los argentinos a la escultora tucumana.
Diversos trabajos se hallan emplazados en plazas públicas de la Capital Federal y de la ciudad de Tucumán. En el exterior también quedaron testimonios de su arte, como el monumento al Zar Alejandro I, en San Petersburgo, inaugurado en 1905, después que su proyecto ganara el primer premio entre las propuestas presentadas.
En el patio de la Casa Histórica de Tucumán, donde, en 1816, se declarara la independencia nacional, se hayan emplazados dos bajorrelieves de generosas dimensiones, desarrollados en chapas de bronce ensambladas, que representan los momentos históricos de la conformación del primer gobierno patrio y de la declaración de la independencia.
Es justamente en éste último, donde se detecta una alteración del contexto histórico. Uno de los congresales presentes en Tucumán, es el General Julio Argentino Roca (1843-1914), nacido veintisiete años después del 9 de julio de 1816.
¿Cómo es posible, entonces, su presencia en el bronce que perpetúa aquel importante momento de nuestra Historia?
Parece que Doña Dolores Mora de la Vega, mantuvo una intempestuosa relación con el militar, incentivada por la generosa actitud de quien, además de amante, era proveedor de la materia prima, imprescindible para dar cumplimiento a la numerosa cantidad de compromisos artísticos.
La presencia de Roca en uno de los bajorrelieves que guardan los cercos del patio de la casa histórica, no sería, entonces, más que el reconocimiento y la retribución de la escultora a tanta generosidad.
Este engaño histórico, silenciado nada menos que en la propia sede de nuestra independencia, sea quizá una pequeña muestra de la "seriedad" de buena parte de nuestra "Historia Oficial".

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